martes, 10 de junio de 2008

"Janitor" de Boucq y Sente: Un James Bond a hostias (benditas)

Parental Advisory:
Explicit
European Content.

Voy a largar de un dibujante y a ratos guionista que nunca me ha defraudado contando historias alejadas de lo convencional, demostrando que la fantasía no necesita de superpoderes o de naves interestelares (si, aquí haciendo amigos el Dome).

Boucq viene de dibujar dos series (Cara de Luna y Bouncer) guionizadas por Jodorowsky, tarea que a un ser humano normal no debería dejar en un estado muy católico. Sin embargo el francés va y se casca un primer número de dos de las aventuras de un agente de los servicios secretos del Vaticano, ahí es nada.

El dibujo es el estilo típico de Boucq desde la primera vez que le leí en el Cimoc de los años 80 (La mujer del mago, si mal no recuerdo). Nada nuevo en ese aspecto, lo que significa que se mantiene ese alto nivel del que goza, si bien la ausencia (destacable) de elementos oníricos tan habitual en sus historias no le permite sacar lo mejor de si mismo.

Boucq resuelve bien las escenas de acción, aunque uno empieza a pensar que pasaría si el repartehostias fuese Marv y al dibujo estuviese Miller. Al respecto, uno canta bingo cuando dos vehículos caen al mar y viene a la cabeza aquel suicidio de Miller con salto al mar desde una roca que se alabó en este antro comiquero.

El dibujo de las interioridades vaticanas es efectivo, con una Roma que se puede respirar. Las instalaciones de los servicios secretos vaticanos en plan Spectra con sotana son convincentes al 100%, pero no se puede evitar echar en falta los delirantes curas que tienen el poder de la República Ovípara de Damajuana en Cara de Luna (la escena de CdL en que capan quirúrgicamente y hacen comer sus propios cojones al dictador-fantoche es abracadabrante, Jodorowsky debía ir algo por encima de la media a base de peyote).

Sente cumple con un guión con toques de acción, situación internacional, planteamiento con incógnitas a resolver en el segundo tomo, algo de romance y la incógnita sobre el tipo de hostias que el protagonista dará en el futuro. Las páginas pasan rápidas y al acabar pronto dices que como que ya está y lo vuelves a releer con agrado. Corría el riesgo de irse de la olla (creo que Boucq lo agarró de las solapas y le dijo algo de hasta donde había quedado de las majaderías de Jodo y que se andase con tiento) pero no se va de la olla. Las situaciones son plausibles, los personajes son creíbles y es quizás ese fino baile en el limite de lo que es creíble lo que hace interesante el guión.

Domènec

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