Crecer y madurar es positivo. La vida es una progresiva sucesión de etapas, y sin ellas la monotonía y el aburrimiento, el olor a podrido propio del agua estancada, serían inevitables. Pero con la quema de cada etapa siempre se pierde algo, se paga un precio. Y no siempre negativo.
El comic de superhéroes de los 60 supuso una evolución con respecto al de la Golden Age de las décadas anteriores. Se ganó en creatividad, en imaginación, en originalidad, no sólo argumental sino también gráfica. Para muchos supuso la cumbre del género, y el que nombres como los de Kirby o Adams alcancen puestos de privilegio en las encuestas de los artistas más prestigiosos no ya a nivel superheroico sino de la Historia del comic en general (véase por ejemplo la que tuvo lugar en su día en es.rec.comics) da fe de ello.
¿Qué perdimos en el camino? Pues la desarmante y a menudo simpática inocencia de la infancia; de aquellos comics superheroicos de la posguerra en los que ser Batman o Superman era una fiesta permanente, aderezada con gangsters y villanos casi tiernos de puro inofensivo. "Poca cosa", dirán algunos, y desde luego lo es en comparación a lo que recibimos a cambio. Pero parte de ese encanto primigenio se perdió para siempre, porque la petulancia de la juventud suele abjurar con desprecio de todo lo infantil que idolatraba tan solo unos años antes.
En la Bronze Age, ejemplificada por el comic de superhéroes de los 80, ya nos hicimos mayores; adultos solemnes y responsables que no tienen tiempo para tonterías. La locura juvenil quedó atrás definitivamente ; las juergas, las gamberradas, la despreocupación y el "vivir el momento" quedaron anclados en el pasado. Y nuestro mayor afán es proclamar a los cuatro vientos que somos serios, somos maduros, somos adultos. Sí, vale, todavía vestimos mallas de colorines, pero aun así fíjese en que ahora trabajamos, enfermamos, fracasamos y hasta morimos. Reales como la vida misma, oiga. Y llevamos uniformes igualmente estrambóticos, pero ahora sabemos lo que son la homosexualidad, la pobreza, el paro, el SIDA y hasta las hemorroides. ¿Ven nuestras canas, nuestras arrugas, nuestro ceño fruncido? Tomennos en serio, por favor. Se lo suplicamos de rodillas. ¡Nos hace tanta ilusión!...
No hace falta recalcar lo que dejamos atrás esta vez. Cualquiera que lleve una vida de adulto y modélico trabajador y padre de familia, y recuerde suspirando sus correrías de veinteañero, lo sabe perfectamente. Pero para aquellos que nunca fueron jóvenes (o nunca leyeron comics de superhéroes anteriores a los de los 80) las reediciones de clásicos de la Silver Age pueden darles una idea.
Entre ellas, una de mis favoritas es la de los Doom Patrol Archives , que ha alcanzado los 3 tomos en los USA, anunciándose de forma inminente la aparición de otros dos que muy probablemente completarán los 42 comic books de que constó la serie original. El nombre les venía que ni pintado, porque eran gafes de narices : Robotman, Negative Man y Elastigirl precedieron en apenas unos meses a los X-Men de Lee y Kirby , que explotaban la misma idea (un grupo de freaks dirigidos por un paralítico que veían en sus no buscados poderes una barrera contra la integración social), sólo para ver como aquellos se llevaban el gato al agua popularmente hablando; intentaron romper moldes con el único resultado de la indiferencia de los lectores ; y para colmo pusieron su vida en manos de sus fans comprobando amargamente como ello suponía su triste epitafio. Cenizos como ellos solos, ya les digo.
Pero quizá por ello, por esa aureola de infortunio que les rodeó, mantienen hoy un cierto estatus de héroes de culto. (Ya se sabe : Los malditos poseen un cierto atractivo ya sea en la música, la literatura o el comic). Grant "Flipo en Colorines" Morrison les escogió en los 90 para desgranar el que quizá sea su mejor delirio (porque Morrison no escribe, delira), logrando otra obra de prestigio (...que no de éxito), y no son pocos los artistas que, incluyendo a John "Qué Grande Fui" Byrne, han intentado romper en vano la maldición que pesa sobre el gafado grupo. Y ya lo dice el refrán : Algo tendrá el agua cuando la...maldicen.
Lo cierto es que en estos tres tomos publicados hay varias cosas que me gustan. La primera es la insolencia : La mayoría de los comics de superhéroes que rondan los kioscos tratan de convencerme de que son serios, creíbles (¡Qué ironía!) y profundos; pero a Arnold Drake (guionista) y Bruno Premiani (dibujante), artífices de la Doom Patrol original, les importa una mierda parecer surrealistas. Con el desenfado burbujeante propio de los Locos Años 60 (hablamos de la primera mitad de la década, antes de que Vietnam y el magnicidio de Kennedy y Luther King oscurecieran la fiesta) parecen escupir en cada página un burlón "Sí, sé que esto es increíble ; que resulta esperpéntico, absurdo. ¿Pasa algo?", y hacen desfilar por sus páginas androides extraterrestres de plástico, jukebox gigantes que derriban puentes con su música, un científico controlador del tiempo cuya cabeza es un reloj (literalmente), un hombre-bicho o, last but not least, una Hermandad del Mal compuesta por un cerebro embotellado, una gomosa institutriz francesa y un gorila parlante. Con un par, vaya.
¿Grotesco? Sin duda. ¿Ridículo? Muy frecuentemente. ¿Divertido? De narices, oiga. Drake parece disfrutar mandando a paseo cualquier lógica tradicional, y se lo pasa pipa sacando un repelente secundario superheroico como Mento (un pomposo ganso con una especie de yelmo de Mambrino en la cabeza) que para más inri consigue llevarse a la disputada Elastigirl al altar contra todo pronóstico; o incorporando al trío estelar de protagonistas a un adolescente verde con tupé a lo Elvis capaz de transformarse en los animales más increíbles (¡...que conservan la cara verde y el tupé!) . La Doom Patrol lo tiene claro : Antes muerta que sencilla. O ambas cosas a la vez.
Premiani, por su parte, es un típico artesano del estilo propio de los 50 (trazo limpio, escasos alardes compositivos) que no obstante sabe resolver situaciones tan comprometidas como aquella en la que la minifaldera Elastigirl detiene una caída libre por una tubería inclinada abriéndose de piernas, obligando al dibujante a introducir el pico de una viñeta inferior en la entrepierna de la apetitosa jóven con objeto de no enseñar su ropa interior (si le ve el Dr. Wertham, le funde :-))) ). Ironías aparte, para quienes consideren a Dick Sprang o Curt Swan unos pintamonas, Premiani no merecerá el menor crédito, pero para quienes aprecien la labor de estos pulcros e impecables intermediarios entre el rudimentario sentido naif de Shuster y cía y la revolución gráfica de Adams y sus seguidores, el trabajo del argentino supondrá una agradable sorpresa.
Otro punto en favor de la Doom Patrol es el equilibrio entre el carácter bonachón de los héroes de la Golden Age (que no saben lo que es una voz más alta que otra porque cagan caramelos) y el perpetuo angst de los iconos marvelitas, siempre gimiendo cual marica plañidera porque mi tita May padece del corazón o porque mis ojitos chispeantes ponen en peligro a mi adorada Jeanie. Ser miembro de la Doom Patrol no es ningún chollo (como no lo es ser un robot viviente o una momia desvanecida), pero sus integrantes lo llevan con una mínima gallardía, maldiciendo su suerte de cuando en cuando pero sin perder párrafos y párrafos en compadecerse de sí mismos. Y aunque practiquen la inevitable pasión por el chascarrillo de dudosa gracia propia de los héroes de la época, al menos no siguen a rajatabla el convencimiento de otros superhéroes de que "una pelea sin 30 chistes malos es una ocasión perdida". Dentro de su simpleza, los personajes de Drake no son ni tan bobalicones como sus padres ni tan cargantes como sus compañeros de generación, y eso a veces se agradece. El sentido lúdico y la space ópera desbocada campan por sus respetos, lo cual hace la lectura tan ligera como divertida. "Tragedy tomorrow, Comedy tonight", que decía el gran Stephen Sondheim.
Finalmente, la Doom Patrol original tiene (involuntariamente) otra baza positiva en su trayectoria : La brevedad. El mayor enemigo de los superhéroes siempre fue la sobreexplotación, el morir de éxito (y de aburrimiento). Pero la creación de Drake y Premiani nunca tuvo esa oportunidad. En sólo 42 números nacieron, crecieron y murieron (de verdad). Y aunque su carácter de río Guadiana ha propiciado diversos intentos de resurrección, jamás tuvieron tiempo de caer en la monotonía y la repetición, ni en la cansina travesía del desierto de otros iconos más exitosos del género. Su modestia y su fugacidad se erigen así, en un género acostumbrado a no saber cuando decir "basta", en una saludable y muy escasa virtud que se echa de menos en series más logradas y ambiciosas, pero menos divertidas que esta.
Pero quizá por ello, por esa aureola de infortunio que les rodeó, mantienen hoy un cierto estatus de héroes de culto. (Ya se sabe : Los malditos poseen un cierto atractivo ya sea en la música, la literatura o el comic). Grant "Flipo en Colorines" Morrison les escogió en los 90 para desgranar el que quizá sea su mejor delirio (porque Morrison no escribe, delira), logrando otra obra de prestigio (...que no de éxito), y no son pocos los artistas que, incluyendo a John "Qué Grande Fui" Byrne, han intentado romper en vano la maldición que pesa sobre el gafado grupo. Y ya lo dice el refrán : Algo tendrá el agua cuando la...maldicen.
Lo cierto es que en estos tres tomos publicados hay varias cosas que me gustan. La primera es la insolencia : La mayoría de los comics de superhéroes que rondan los kioscos tratan de convencerme de que son serios, creíbles (¡Qué ironía!) y profundos; pero a Arnold Drake (guionista) y Bruno Premiani (dibujante), artífices de la Doom Patrol original, les importa una mierda parecer surrealistas. Con el desenfado burbujeante propio de los Locos Años 60 (hablamos de la primera mitad de la década, antes de que Vietnam y el magnicidio de Kennedy y Luther King oscurecieran la fiesta) parecen escupir en cada página un burlón "Sí, sé que esto es increíble ; que resulta esperpéntico, absurdo. ¿Pasa algo?", y hacen desfilar por sus páginas androides extraterrestres de plástico, jukebox gigantes que derriban puentes con su música, un científico controlador del tiempo cuya cabeza es un reloj (literalmente), un hombre-bicho o, last but not least, una Hermandad del Mal compuesta por un cerebro embotellado, una gomosa institutriz francesa y un gorila parlante. Con un par, vaya.
¿Grotesco? Sin duda. ¿Ridículo? Muy frecuentemente. ¿Divertido? De narices, oiga. Drake parece disfrutar mandando a paseo cualquier lógica tradicional, y se lo pasa pipa sacando un repelente secundario superheroico como Mento (un pomposo ganso con una especie de yelmo de Mambrino en la cabeza) que para más inri consigue llevarse a la disputada Elastigirl al altar contra todo pronóstico; o incorporando al trío estelar de protagonistas a un adolescente verde con tupé a lo Elvis capaz de transformarse en los animales más increíbles (¡...que conservan la cara verde y el tupé!) . La Doom Patrol lo tiene claro : Antes muerta que sencilla. O ambas cosas a la vez.
Premiani, por su parte, es un típico artesano del estilo propio de los 50 (trazo limpio, escasos alardes compositivos) que no obstante sabe resolver situaciones tan comprometidas como aquella en la que la minifaldera Elastigirl detiene una caída libre por una tubería inclinada abriéndose de piernas, obligando al dibujante a introducir el pico de una viñeta inferior en la entrepierna de la apetitosa jóven con objeto de no enseñar su ropa interior (si le ve el Dr. Wertham, le funde :-))) ). Ironías aparte, para quienes consideren a Dick Sprang o Curt Swan unos pintamonas, Premiani no merecerá el menor crédito, pero para quienes aprecien la labor de estos pulcros e impecables intermediarios entre el rudimentario sentido naif de Shuster y cía y la revolución gráfica de Adams y sus seguidores, el trabajo del argentino supondrá una agradable sorpresa.
Otro punto en favor de la Doom Patrol es el equilibrio entre el carácter bonachón de los héroes de la Golden Age (que no saben lo que es una voz más alta que otra porque cagan caramelos) y el perpetuo angst de los iconos marvelitas, siempre gimiendo cual marica plañidera porque mi tita May padece del corazón o porque mis ojitos chispeantes ponen en peligro a mi adorada Jeanie. Ser miembro de la Doom Patrol no es ningún chollo (como no lo es ser un robot viviente o una momia desvanecida), pero sus integrantes lo llevan con una mínima gallardía, maldiciendo su suerte de cuando en cuando pero sin perder párrafos y párrafos en compadecerse de sí mismos. Y aunque practiquen la inevitable pasión por el chascarrillo de dudosa gracia propia de los héroes de la época, al menos no siguen a rajatabla el convencimiento de otros superhéroes de que "una pelea sin 30 chistes malos es una ocasión perdida". Dentro de su simpleza, los personajes de Drake no son ni tan bobalicones como sus padres ni tan cargantes como sus compañeros de generación, y eso a veces se agradece. El sentido lúdico y la space ópera desbocada campan por sus respetos, lo cual hace la lectura tan ligera como divertida. "Tragedy tomorrow, Comedy tonight", que decía el gran Stephen Sondheim.
Finalmente, la Doom Patrol original tiene (involuntariamente) otra baza positiva en su trayectoria : La brevedad. El mayor enemigo de los superhéroes siempre fue la sobreexplotación, el morir de éxito (y de aburrimiento). Pero la creación de Drake y Premiani nunca tuvo esa oportunidad. En sólo 42 números nacieron, crecieron y murieron (de verdad). Y aunque su carácter de río Guadiana ha propiciado diversos intentos de resurrección, jamás tuvieron tiempo de caer en la monotonía y la repetición, ni en la cansina travesía del desierto de otros iconos más exitosos del género. Su modestia y su fugacidad se erigen así, en un género acostumbrado a no saber cuando decir "basta", en una saludable y muy escasa virtud que se echa de menos en series más logradas y ambiciosas, pero menos divertidas que esta.
7 comentarios:
Me alegro mucho de verte participar en el blog, y además con un tema que hace tiempo que me tiene intrigado. Y de que sepas poner fotos correctamente. A mí aún no me sale.
A mi tampoco (lo de las fotos) me sale bien. Es bueno volver a leer al maestro, y saber que aun esta vivo (asi podremos seguir rebuscando en el cubo de basura para pillar los buenos cómics que tira)
Si te digo la cantidad de borradores desechados y de intentos que me ha costado lo de las puñeteras fotos no te pareceré tan habilidoso :-D. Para compensar el acierto, aún no he adivinado cómo puñetas se enlaza el blog con el foro (aunque sin servidor tampoco podría verlo). La suerte ha sido encontrar imágenes válidas en la red, porque como te dije mi escáner descansa en la paz de los vertederos de chatarra.
En cuanto a lo de colaborar, se lo prometí en su día a Spiff y no lo había olvidado, aunque por falta de tiempo sea algo muy esporádico. Pero bueno, algo de bulto sí que haré de vez en cuando :-))
¡¡Plas, plas, plas!! :-))
¿Como hemos dejado escapar a este hombre de las ñus? ¿Tanto costaba meter algo de chicha en nuestros posteos para que no sintiera que le estaba echando angulas a los cerdos?
Meo mi parte de culpa e imploro al grandísimo Acegé que se pase por allí o por aquí. Por donde sea, pero que se deje leer de vez en cuando.
Aunque no seamos dignos, que no lo somos, nos lo pasamos en grande leyendo textos tan sugerentes como este de la "otra" Patrulla.
:-D Que nadie piense mal ; mi alejamiento de las news tiene más que ver con hartazgo de servidores y problemas de tiempo que con otra cosa. Cuento con la chuletada para recobrar en lo posible el contacto con su maravillosa gentuza :-DDD
¡Pues yo protesto enérgicamente!
Ahora mis reseñas volverán a parecer una basura al lado de las de este señor :-))
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