miércoles, 16 de enero de 2013

La Doce



Schuiten aborda como guionista y dibujante al mismo tiempo una obra- homenaje al ferrocarril clásico, pese a estar encuadrada en la ciencia ficción. El protagonista es un viejo maquinista enamorado de su locomotora de vapor ("La Doce" del título), a la que mima y cuida como una hija, pero que pese a sus esfuerzos no puede resistir el empuje de los nuevos tiempos, que imponen medios de transporte más modernos. Separado de su querida máquina, emprenderá un largo periplo en su busca.

Hasta ahí, la historia parece vista mil veces. Y ciertamente en las primeras páginas hay un cierto "deja vu" que hace pensar lo peor. Sin embargo (y ese es el mayor acierto del guión) poco a poco empezamos a vislumbrar detalles que nos hacen pensar que el relato no es tan tópico como parece. Los sustitutos de las locomotoras no son trenes más modernos, sino inquietantes teleféricos que se despliegan por los aires en medio de una gigantesca red de cables que parece controlarlo todo ; las vías (y la tierra en general) sufren extrañas inundaciones cada vez más extensas; y los personajes que rodean al protagonista (como una joven chica muda que se convierte en su compañera de viaje) no parecen en absoluto extraídos del marco temporal de 1950-60 en el que creíamos , sino pertenecientes a una realidad alternativa, una extraña amalgama de elementos futuros y pasados que le dan interés a la historia.

Evidentemente, Schuiten no es (aún) Peeters, aunque haya aprendido de la colaboración con este. Y "La Doce" no alcanza ni de coña el nivel desbordante de imaginación y creatividad de los universos a los que nos han trasladado las ya míticas "Ciudades Oscuras". Pero es una alumna aventajada y digna, que hace esperar buenas cosas de Schuiten como guionista en el futuro.

Porque como dibujante, no hay sorpresas. "La Doce" no supone la más mínima evolución ni cambio en un estilo gráfico (para mí excelso) que brilla especialmente en la escenografía (paisajes urbanos y naturales, estructuras mecánicas y maquinarias diversas), y que conocemos sobradamente por otros trabajos. ¿Estancamiento acomodaticio? Conociendo a tantos autores cuyo estilo "evolucionó" con los años hacia la desgana y el descuido, no seré yo quien me queje porque el genio belga se mantenga en su cúspide artística sin asumir grandes o nuevos retos. Pese a ello, creo injusto calificar "La Doce" de "más de lo mismo" u "obra para fans". Creo que es un buen trabajo, atractivo para cualquier amante del comic, aunque ciertamente dudo que se le considere en el futuro una de sus obras capitales, habida cuenta de que a mi juicio Schuiten aún necesita como guionista la maduración que ya logró hace lustros como dibujante.

ACEGE

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